viernes, abril 26, 2024

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El cuento de la princesa

Hace ya unos cuantos años me cayó encima la tarea de enseñar a una princesa jordana los salones nobles del Palacio de Buenavista, sede del Cuartel general del Ejército. Me avisaron con un par de horas de antelación y solo tuve tiempo para leerme un par de veces el folleto en inglés que, por aquel entonces, ya estaba editado. Un buen intencionado me dijo que era una amazona de renombre internacional.

El caso es que yo me preparé para lo peor, pues mi inglés era absolutamente indecente, hoy está entre ese nivel y su antónimo, no mucho más. Para cuando llegó la princesa, en uniforme de coronel del Ejército jordano y unos cuantos acompañantes, yo me daba ya por dimisionario, pero aun así me puse a la tarea y de salón en salón fui explicando las notables obras y mobiliario que allí se atesoran, con especial atención a todo lo relacionado con el caballo. A la pequeña estatua ecuestre de Alfonso XIII, obra de Benlliure, creo que le dediqué casi un cuarto de hora y no me pareció que la princesa mostrase especial entusiasmo, pero lo achaqué a mi pobreza lingüística.

Pasados unos días, y cuando yo comenzaba a olvidar el mal trago, alguien nos informó que nuestra princesa no era la amazona; la que nosotros acogimos era su hermana pequeña, la otra era Haya que estos días ocupa las páginas de los periódicos por haberse fugado de su casa y marido allá en Dubái, en los Emiratos árabes. El punto de unión de las dos hermanas con los caballos parece que en ocasiones se encontraba en Gijón donde aún las recuerdan, cuando una participaba en el concurso de saltos internacional y la otra la animaba desde la grada; después, en la tarde noche, ambas, dicen que degustaban la sidra y la gastronomía asturiana con autentico fervor, pero quién sabe…

Al marido de Haya, el emir de Dubái, ya se le había escapado una hija hace algún tiempo, aunque fue “capturada” y devuelta a los brazos de su padre, y es que las jaulas, aunque de oro, jaulas son. Haya, que dice la prensa que era la 6ª esposa, aunque no sé si el ordinal representa un puesto más en un serrallo o la última de una serie, se ha ido con sus dos hijos y 40 millones de dólares, para un pasar, a vivir a Londres, si bien no tenemos noticias si es que, como una moderna Sherezade, se hartó de contarle cuentos al emir y prefirió una vida occidental antes que seguir disfrutando de las maravillas dubaitíes, cuya capital pasa por ser la ciudad más cosmopolita del mundo.

Los países de religión musulmana, y en general quienes profesan esa religión y tienen capacidad de expresión en los medios de comunicación, se ofenden cada vez que en occidente se hacen reproches sobre la situación de la mujer en sus sociedades, aunque su situación sea solo un elemento más de cómo se encuentran los derechos humanos en muchas de ellas. La huída de algunas de sus féminas más notorias solo representa una arenilla en una gran playa; por detrás de ellas queda un océano de sufrimientos y de falta de derechos y, por lo que nos toca, bien haríamos en nuestras sociedades en poner coto y remedio a actitudes, gestos y elementos sociales que, de la mano de las actuales y muchas veces forzadas corrientes migratorias, pueden empezar a asentar raíces en Europa y por lo tanto en España.

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