Llegada cierta edad, a todos nos llega el momento, unos antes, otros después, de disfrutar del uso de razón, y tengamos o no conocimientos filosóficos, desde ese momento comenzamos a discernir, hecho que nos acompañará hasta el fin de nuestra existencia, si contamos con que la suerte nos sea propicia y no padezcamos alguna enfermedad mental.
Así, con nuestra mente en forma, percibimos la diferencia de un ser real, como un árbol, un bolígrafo, distinto, por supuesto al espiritual, como el conocimiento, otros se denominan de razón, precisamente porque lo detectamos en nuestra mente y no existen fuera de nuestro ser.
Si pensamos en el no-amable, en el no-azul, son seres de razón negativos, que culminan en lo que no hay, en lo que no existe, o sea en la nada.
Y contamos con otro, que han logrado verter ríos de tinta, son los ficticios, que naturalmente podríamos enumerar muchísimos, como por ejemplo “Platero”, “Otelo”, “El tío del Saco”, “El tío Saín”. Éste lo he oído mucho en mi ciudad natal, Jumilla, no sé si es nombrado en otras comarcas.
Bueno, no podía pasar sin nombrar a nuestro “Don Quijote y Sancho Panza”, seres ficticios, que parece que escuchamos sus latidos, amén de otros detectives muy famosos como Sherlock Holmes, Hércules Poirot, etc.
Situados en este mapa cognoscitivo vamos a ocuparnos solamente del ente real, el que existe, no el que es en potencia, sino el que está fuera de nosotros y es susceptible de verlo y tocarlo.
Vamos a dividir el ente real según nos lo ha legado el filósofo Aristóteles, sabemos, maestro del gran Alejandro Magno.
Dividió el ente real en diez partes, las llamadas categorías, que me atrevo a que las recordemos con un recurso muy usado en la enseñanza, las comparaciones.
Antes vamos a preparar el terreno recordando que la categoría más importante de esta clasificación es la sustancia.
La sustancia, sí, que es el ser, que está en sí mismo, y es el que sirve de sujeto, pero no es el sujeto. Deducimos, pues, que es para aplicarle lo accidental, que no existe en la sustancia.
Afianzamos que la sustancia es lo primordial, lo demás se le aplica a ella.
Por ejemplo:
La gran bailarina es aplaudida y ensaya diariamente.
Desglosamos, gran (cantidad), bailarina (sustancia), aplaudida (pasión), ensaya (hábito) y diariamente (tiempo).
Vicente duerme la siesta echado en el sofá.
Tenemos, Vicente (sustancia), duerme (acción), echado (posición), sofá (lugar).
El vestido azul y arrugado de mi tía.
Vestido (sustancia), (azul y arrugado) (cualidad), de mi tía (relación).
Ya las tenemos: sustancia, cantidad, pasión, acción, hábito, tiempo, posición, lugar, cualidad y relación.
Descubrimos que la sustancia está en sí, es lo que es y accidente es lo que está en otro, no en sí.
Así la cualidad y la relación están en el vestido, pero no le podemos añadir la categoría de acción, pues la prenda es un ser de razón sí, pero inanimado.
La categoría más importante es la sustancia y nunca puede actuar de predicado que de hacerlo tendíamos:
La bailarina es la bailarina, Vicente es Vicente, el vestido es el vestido.
La sustancia no tiene contrario, no se puede ser y no ser a la vez, como sucede el ejemplo en el famoso gato de Schrödinger que está vivo y muerto a la vez.
Lo contrario de manzana es no-manzana, no hay manzana, lo contrario de sustancia es la no sustancia, entonces es ser y no ser, no existe, a eso se le llama la nada.
Y seguimos con otro ejemplo, el libro es libro o no es libro, no se es libro en mayor o menor grado.
Sin embargo, el accidente está en otro, el color (cualidad), está en una silla.
La silla verde de Van Gogh, la silla grande de Goliat, y sí que tiene contrario, grande-pequeño, nueva-vieja y admite las comparaciones, más alta que… más nueva que…
Y la categoría de cantidad que es un accidente, se puede dividir en partes separadas como un montón de naranjas, o puede estar formado por un todo no separado, como el espacio o el tiempo, en el primer caso lo llamamos cantidad discreta y en el segundo la calificamos de continua.
Este artículo me recuerda dos aspectos para mí muy queridos y acendrados, cuando disfrutaba las enseñanzas de mi profesor y cuando, ya maestra, preparaba las lecciones pesando en sus reacciones que, por supuesto, eran contemplar a aquellos preadolescentes con el asombro de haber descubierto lo desconocido, y sí, les decía estamos toda la vida aprendiendo, y bueno este final perdonen si se me ha ido “el santo al cielo” les decía toda una vida tenéis, tenemos por delante para aprender pues “Por mucho que se sepa es más lo que se ignora” y tengamos en cuenta que “Un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”, sea a la edad que fuere, un poco de conocimiento cada día, amplia nuestro acervo cultural.
Podemos contar cuántas categorías le aplicamos a la araña, un ente de razón real de este pequeño poema, porque hay infinidad de entes a los que se les pude cantar.
Muy agradecida por recordar a mi lado aquellos años estudiantiles y a los más jóvenes porque en breve aprenderán todo esto con más profundidad, pues ven que todo es muy simplificado.
A la telaraña Eres reina en el rincón del desván abandonado. Eres cortina de vida en ambientes empolvados. Eres olvido del tiempo que, en torno a ti, gira y gira. Eres misterio y suspense en novelistas y actores. Eres vía del sustento de quien te teje y te mima. Eres geometría perfecta sin estudios ni saberes. Y eres amiga perenne del lugar triste y sombrío donde descansan los muertos.