viernes, abril 26, 2024

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Monarquía o República

Hay valores esenciales de cada cultura que son irrenunciables. Porque las sucesivas generaciones son y deben ser depositarias, y leales administradoras, del acervo cultural recibido. Cuidarlo, conservarlo y mejorarlo es obligación de todo honrado y leal administrador.

Si persigues que la población de un territorio tenga escaso o ningún pensamiento crítico y objetivo de las acciones de la política, que le afectarán a largo plazo, porque como gobernante has propiciado políticas de analfabetismo y has conseguido bajar el nivel de inquietud intelectual, utilizando para ello el bajar la exigencia de su nivel de formación, denigrando la política del esfuerzo como herramienta de progreso social, habrás conseguido una masa social sin valores y fácilmente manipulable.

La facilidad de manipular el pensamiento de las diferentes generaciones se ve y conoce estudiando la historia de los pueblos y los valores de los que, en cada época, se ha hecho gala. El pueblo que no conoce los errores de su Historia está llamado a repetir, los mismos errores anteriores, una y otra vez en perjuicio del bienestar de su población.

Cuando la clase política de un país solo busca resultados a corto plazo, olvidando los objetivos del futuro mañana de las civilizaciones, cuando la clase política no se siente un eslabón más de la cadena de la Historia de su país, comete errores irreparables, o muy difícilmente reparables, y a un coste elevadísimo para la población. 

Si la clase política actúa en detrimento del bien común, de la población a la que representa, pierde su legitimidad por muy democrático que sea el sistema para ser elegidos. Si acudimos a nuestra actual Constitución esta dice:

“Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.”

Ningún gerente empresarial acomete una reforma de calado en su empresa, sin antes haber valorado objetivamente todas y cada una de las variables del sistema empresarial en el que actúa porque, hacer lo contrario, sería temerario y puede acabar en una situación incierta que acarré muchas pérdidas y perjuicios al bienestar humano que debe ser el fin de la empresa.

Cuando se discute, la conveniencia de modificar la Constitución Española del 78 para cambiar la forma de la Jefatura del Estado, habría que hacerlo desde la objetividad y el raciocinio exento de visceralidad.

En primer lugar habremos de acudir a conocer qué se busca en la figura del Jefe del Estado Si acudimos a nuestra actual Constitución esta dice:

“el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”.

Si ha de ser árbitro debería ser imparcial. Si ha de ser elegido debería serlo entre todos los que estén debidamente preparados y fuera del ideario de partido político alguno.

Si se analiza el coste de la institución y acudimos a nuestra actual Constitución esta dice:

“El Jefe del Estado recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa”

Habrá que preguntarse ¿Cuántas familias y Casas se habrían de mantener en una hipotética Republica? ¿No mantenemos ya suficiente número de familias y casas expresidentes territoriales? ¿A qué precio?”

Si se analiza la idoneidad, de la persona a nombrar por su formación académica y en valores, el Jefe del estado deberá estar arropado de valores y trayectoria vital limpia y suficiente para crear seguridad y ejemplaridad en la totalidad de la población del Estado que preside y al que representa. La experiencia vivida a corto y medio plazo nos certifica, fehacientemente, que cada vez que se elige un Presidente territorial este nos parece que actúa, en la práctica, en beneficio de las gentes de su partido político, demostrando fehacientemente que se olvida de velar por el bien común de la totalidad de la comunidad que preside.

Actualmente España tiene el mejor Rey de su muy dilatada y asentada Historia. Solo la envidia, que es el primer motor de la humanidad, y la soberbia, de quien se siente mejor, puede llevar a la clase política a pensar que cualquiera está capacitado para sustituir con ventaja, ante la Historia de España, a Felipe VI.

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