Bajo el subtítulo “Crónica de las ideas”, tres editoriales chilenas (Andrés Bello, -Zag y Ediciones Universidad Católica de Chile), publicaron entre 1988 y 1998 tres volúmenes conteniendo un total de 109 entrevistas a destacadas personalidades de la cultura del fin de siglo. En su gran mayoría habían sido originalmente escritas para el diario chileno El mercurio y algunas para la revista Humanitas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, que autorizaron su reedición. Ediciones Encuentro ofrece este volumen que, en cuatro apartados, reúne las dieciocho entrevistas que de ese conjunto parecieron ser, tanto a juicio del autor como del editor, las más significativas e ilustradoras en relación al tiempo que vivimos.
El autor es Jaime Antúnez Aldunate y recoge cuatro figuras que atraviesan el siglo XIX y cuyas voces en medida razonable lo representan (Jean Guitton, Eugene Ionesco, Julián Marías y el Dalai Lama), en compañía de otra no tan conocida, pero, profundidad de observación y de síntesis de los temas culturales de nuestro tiempo, permite situarla a la par con las anteriores (el filósofo polaco Stanislav Grygiel).
Ionesco, el autor de “Las sillas” -obra que acusa el vacío ontológico de la época y que resulta un presagio de la ausencia de sentido que dominará a la cultura del fin de siglo, un mes antes de morir, y mirando desde su balcón hacia el parisino Boulevard Montparnasse, aparentemente poblado por seres apáticos, que, según él lo aprecia, “este mundo está en llamas”. Dichas llamas no deben entenderse más que espiritualmente y sobre todo una agonía provocada por una ausencia. Dan cuenta, al fin y al cabo, de un extravío cuyas consecuencias, de prolongarse, constituyen una fuente de importante preocupación acerca del destino de la civilización.
Los hombres tienen hoy mucho sentido del tiempo, apuntara Jean Guitton, y muy poco, sin embargo, de la eternidad. Son preguntas y problemas tratados con máximo realismo y veracidad los que buscaran, a lo largo de las páginas del libro, alumbrar un rumbo perdido que, por razones forzadas, se nos quiere ocultar.
Es una época en la que se renuncia a pensar en serio -reemplazadas por la manipulación informativa que exalta lo sin importancia y el deambular “turístico” a través de los espacios de una cultura transformada en espectáculo, lo que en opinión de Julián Marías caracteriza el escenario dominante desde un punto de vista humano.
Claude Imbert, Leszek Kolakowski, Octavio Paz, Georges Cottier, Robert Spaemann, Bruno Forte, Gottfrieed Daneels, Joseph Ratzinger, Carlo Cafarra, Rafael Alvira, André Frossard, Josef Pieper y René Huyghe, son el resto de pensadores entrevistados.
La primera gran temática que se observa como inquietud común en las personalidades que se hacen presentes en las páginas de esta “Crónica en las Ideas” es la cuestión del sentido. ¿Hacia dónde vamos? Pareciera como si hubiéremos perdido de vista la finalidad por la cual desplegar nuestros esfuerzos. “Admitámoslo o no, aunque sea murmurando palabras que sólo nosotros podamos oír“ -dirá Solzenitsyn en su discurso de despedida a Occidente-: “en este vértigo de nuestra vida , a la velocidad del relámpago, ¿para qué estamos viviendo?”
Quiero destacar la entrevista a Rafael Alvira sobre el aburrimiento y el juego. Explica que hay distintos tipos de soledades. “Hay una soledad activa y hay la pasiva.” La soledad activa es sólo aparente. Me separo momentáneamente de los demás, para ponderar, calibrar y saborear aquello en lo que estoy interesada. Soledad activa hay cuando me he entusiasmado al ver una obra de arte y quiero quedarme a solas saboreándola. Porque saborear es ver todos los matices o la mayor parte de matices que están encerrados en ella.” Esta soledad es vida. Y continúa explicando la segunda, la soledad pasiva, es la propia del aburrido, dirá “muestra un rasgo muy característico, aunque a veces no aparente, de la persona que padece de aburrimiento: la debilidad… El aburrimiento es una forma de debilidad, ………..El aburrimiento ……….. es imaginación de pasado nostálgico o de un futuro que no es dibujo de ningún proyecto práctico. Son muestras de huida de la dureza de lo real……. conducida al límite, la situación del aburrido es la angustia. …Lo propio del fuerte es que tiene recursos; el débil no los tiene.”
Uno de los primeros que abordó este tema, dice Rafael Alvira, fue Pascal. “Vivencia de la nada del ser” lo llamó. Después ha sido Kierkegaard quien mejor ha penetrado en el tema que nos ocupa. “Una continuidad de la nada”, define el aburrimiento, “una eternidad sin contenido”, “una felicidad sin gusto”, “un hartazgo hambriento”. El aburrido no quiere nada más; por consiguiente, está harto, y, sin embargo, querría todo, porque no tiene nada.
Le pregunta el entrevistador: ¿no tiene algo que recomendar frente a ese mal del aburrimiento? Responde que hay que seguir tres pasos: el interés por algo, un primer deseo, que despierta nuestra atención. Si, tras el primer deseo, ponemos la constancia, entonces realizamos el segundo momento de tu vida, el esfuerzo del estudio, mirar algo con amor El que tiene un primer deseo y añade estudio; el que tiene buena disposición y con estudio adquiere escuela, ése está en condiciones de recibir, como dice Beethoven, los favores divinos, de llegar al tercer momento: descubre infinitas novedades en aquello que al principio sólo era un fulgor inicial. Consigue así, gracias a una filosofía verdadera, es decir, a una filosofía práctica, un diálogo y un juego que le da alegría permanente, porque ese diálogo es un juego, es vida, que nos da aventura y paz.”
Nuestra esperanza es muy clara, el redescubrimiento del fundamento cristiano de nuestra cultura.