viernes, abril 26, 2024

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El código samurái

El carnero de la Legión, al que llamaban «Pepe», se jubiló después de once años de vida militar. Hace un mes fue trasladado al Santuario Refugio La Pepa, en el municipio gaditano de Arcos de la Frontera y, a pesar de estar rodeado de animales y tener más de cinco hectáreas para descansar de su servicio, «Pepe» no se adapta, echa de menos la disciplina militar y la lealtad. Está triste y deprimido porque echa en falta a su cuidador durante casi doce años en la Legión en Almería.  Actualmente creo que han sustituido al noble carnero por una cabra, como dice el refrán popular. «La cabra siempre tira al monte».  

    ¿A qué viene esto del carnero de la Legión con el título de este artículo sobre el código samurái japonés? Sencillamente, el código de conducta de los samuráis se basa en (武士道) Es un término traducido como «el camino del guerrero», código estricto y particular por el que los samuráis entregaban su vida, basado, en la lealtad y en el honor hasta la muerte. El honor perdido del samurái solamente se podía recuperar con el sepukky (el suicidio). Esta estricta conducta pasó a derivar en Yubitsume (指詰め corte del dedo), que es un rito donde se amputa parte del dedo meñique con el fin de pedir perdón y manifestar su lealtad al señor.  Dice un poema de Hagahure de 1716, «Oculto en las hojas»: «Si preparando correctamente el corazón cada mañana y noche, uno es capaz de vivir como si su cuerpo ya estuviera muerto, gana libertad en El Camino. Su vida entera estará sin culpa, y tendrá éxito en su llamado».

     Bien,  el militar español José Millán Astray funda la Legión española en 1920 (en plena guerra del Rif), tradujo del Código Samurái, de una versión inglesa  El  Bushidō de 1905, con la colaboración de Luis Álvarez del Espejo. Del estudio de este código ético guerrero japonés, Millán Astray tomó los principios de lealtad y honor hasta la muerte, de aquí parte la idea del grito guerrero: ¡Viva la muerte! ¡A mí la legión! Y la canción militar «El novio de la muerte». Conocido es el enfrentamiento de don Miguel de Unamuno y de general Millán Astray en la Universidad de Salamanca el 12 de octubre 1936, día de La Raza, cuando el rector le dijo: «Vencerás pero no convencerás». Se habían enfrentado dos fuerzas completamente opuestas: el militar legionario y el intelectual republicano. Elementos cuyos sistemas sobre la vida y el comportamiento eran completamente diferentes.

      Ahora, durante de la venganza socialista como escribe Esther de Miguel Trula en la revista Magnet:

 «Primero, la polémica por la nueva propuesta de Carmena [alcaldesa de Madrid] al aplicar el artículo 15 de la Ley de MemoriaHistórica y renombrar una calle del distrito de Latina, en Madrid. De Millán Astray pasará a conocerse como Avenida de la Inteligencia. Es un gesto metafórico de reconstrucción del patrimonio, según defiende el ejecutivo de Carmena, y una ofensa al legado de un gran militar, según la Legión española».

    ¿Qué podemos aprovechar de esta disertación para nuestras zonas de éxito? Primero que nuestro comportamiento en todos los órdenes de la vida, y nunca mejor que en los negocios, debe ser la lealtad con nuestros amigos,  clientes, la seriedad y el cumplimiento de la palabra dada son la garantía de que un negocio siga adelante con responsabilidad y fiabilidad. Decía don Francisco de Quevedo: “El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que le llamen”.

Segundo premisa es que para convencer hay que estar cargado de razón, contra lo que no caben ambigüedades. De aquí parte la fuerza de la verdad y de la razón Porque la verdad tiene tal tipo de poder, que debemos de controlarla: «Toda la verdad nos puede autodestruir». La  razón es la facultad del ser humano de identificar conceptos, cuestionarlos, hallar coherencia o contradicción entre ellos; y así, inducir o deducir otros conceptos distintos de los que ya conoces. Si en nuestro discurso somos capaces de conducir por medio de la razón el pensamiento de nuestro interlocutor, le ganaremos para nuestra orden de caballeros quijotescos. Y todo hijo de vecino que se precie querrá formar parte de ese grupo de personas que razonan. Siempre las élites, los masones, el club, los grupos selectos nos atraen a formar parte de ellos. 

    Un  legionario es en realidad un samurái, un guerrero que basa su fuerza en el honor y el servicio a los demás hasta dar su vida en el servicio a Patria (palabra que ha perdido su vigencia desde que tenemos 17 autonomías o 17 reinos taifas). Los principios básicos de la instrucción militar se basan en la unidad, en la patrulla, en escuadra (Unidades simples o menores); es decir, en el equipo, donde las individualidades no se contemplan, sino que suman en lo que se llama un Ejército perfectamente jerarquizado. No es más que la  falange griega formada por hoplitas, y adaptada después por las legiones romanas, que es cuando el individuo unido al grupo se hace fuerte. Por el grupo es el bloque.

   La disciplina en todos los ámbitos de la vida es imprescindible para progresar, pero en el Ejército es un elemento esencial, fundamental, por eso cuando leo que una sentencia judicial civil condena a un mando militar, y le quita autoridad, a la vez se está mermando el principio de autoridad. Que lejos quedaron los samuráis y sus códigos de honor y lealtad, del que copió la Legión española, creada como imitación de la valerosa Legión francesa, que estaba desplegada en el Protectorado francés del Norte de África.

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