jueves, mayo 9, 2024

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Cuando Barcelona era Chicago (1917-1923)

Viendo en televisión la película La verdad sobre el caso Savolta me interesé por la época que reflejaba, la Barcelona de principios del siglo pasado y de la cual sólo tenía algunas referencias; días después pude ver otra película que abarcaba la época de entre 1917 a 1923, La sombra de la ley, que hizo que siguiera en mi búsqueda.

Barcelona, ciudad sin ley. Al igual que Chicago de los años 20, con la Ley Seca, fue tomada por los gángters, la convulsa Barcelona del primer cuarto del siglo XX acabó resolviendo sus problemas laborales y sindicales entre algunos patronos de la alta burguesía y muchos obreros anarquistas (la mayoría de ellos no apoyaban los actos violentos), en ocasiones a tiros en garitos o en medio de las calles. Era la época del pistolerismo

La forma de vestir, los coches que inundaban las calles, los espectáculos eran los mismos. En Chicago había contrabando de alcohol, pero en Barcelona, el alcohol y la droga eran permitidos. Eran los «felices años 20» y después de la Primera Guerra Mundial, España era productor de todo tipo de materiales para los países del eje y también para los aliados a los que vendía armas, ropa, alimentos… Hubo un gran crecimiento económico en Cataluña y el País Vasco. Debido a ese esplendor la gente de dinero vivía una vida de lujo demandando espectáculos selectos que no había ni en París ni Chicago. Fueron apareciendo nuevos teatros, cabarets… Y por contrapartida reivindicaciones obreras.

Tiempos convulsos que ya habían empezado a finales del siglo XIX removieron la ciudad y abrieron caminos violentos en las calles de la que ya empezaba a ser un referente en un mundo moderno. Barcelona, a finales del primer cuarto del siglo pasado ya era una ciudad de unos 600.00 habitantes. Y supo sacar provecho de su neutralidad ante una Europa que estaba en guerra, la primera guerra mundial, y la industria vivía una época de bonanza al poder abastecer a ambos bandos, con lo que las clases pudientes fueron prosperando aún más.

En ese tiempo las clases populares hicieron emerger una cultura, un nuevo ritmo urbano que hizo que la ciudad basculara del provincianismo al cosmopolitismo (El Periódico). Muchas de estas personas habían venido de otros lugares de España, como Andalucía (“La crisis de la minería y el retroceso en el sector de la uva de mesa llevó a que, ya en la temprana fecha de 1920, más de 40.000 almerienses se hubiesen visto obligados a emigrar, preferentemente con destino a Cataluña.” Según el Centro de estudios andaluces), aragoneses, valencianos, etc., también habían recalado en Barcelona en busca del desarrollo industrial. Era una ciudad abierta y algo laxa, por lo que fueron llegando, además, otras gentes, incluso de Europa de más oscuras pretensiones.

Pero estas clases populares no participaban de los beneficios de la clase burguesa teniendo unos sueldos excesivamente bajos y una gran precariedad laboral. Esto hizo que los obreros empezaran a movilizarse.

En medio de un ambiente enrarecido por los constantes enfrentamientos entre los trabajadores y los empresarios debido a esa precariedad laboral, el mundo obrero catalán influido por las ideas socialistas y sobre todo anarquistas (CNT, sindicato fundado en 1910), que ya en 1909, tuvieron su resonancia en la llamada Semana Trágica [levantamiento popular como protesta por el alistamiento de hombres para hacer frente a la insurrección de las tribus rifeñas en Marruecos, que fue reprimida, pero que aportó algo muy importante para toda revolución como era un mártir: Francisco Ferrer y Guardia (pedagogo anarquista y librepensador), así como la convicción de su poder movilizador]

Barcelona durante la Semana Trágica

Los partidarios anarquistas habían cogido las riendas de los movimientos obreros para impulsar mejoras, utilizando la huelga y los actos violentos, incluido el atentado en algunas ocasiones, todo ello como medidas de presión. Es en este clima en el que surge el pistolerismo, práctica utilizada principalmente por ciertos empresarios catalanes particularmente entre 1917 y 1923, denominado terrorismo blanco,  y que consistía en contratar pistoleros para matar a destacados sindicalistas y trabajadores, y así frenar sus reivindicaciones, en algún caso acompañadas de violencia, el terrorismo anarco-sindicalista o acción directa, que a veces se utilizaba de forma indiscriminada como el atentado del Liceo de Barcelona en 1893, que dejó 20 muertos y más de una veintena de heridos durante el estreno de la ópera Guillermo Tell, el 7 de noviembre de 1893 (La Vanguardia). 

La crisis social estaba enfrentando a un movimiento obrero, dividido entre socialistas y anarquistas, que utilizaban tanto métodos pacíficos (huelgas) como violentos como ya hemos mencionado, y una patronal que utilizaba todo tipo de tácticas (desde los esquiroles al pistolerismo). Dicha práctica causó la muerte de 400 personas: 50 patronos,170 sindicalistas, 80 Obreros, 30 policías del sindicato libre.

El poder de la CNT en los centros de trabajo fue en aumento, lo que dio lugar a numerosos conflictos laborales por las reivindicaciones de mejoras por parte de los obreros (habría que señalar que la mayor parte de los miembros de este sindicato anarquista reprobaba los actos violentos, pero había grupos que sí los ejercían).

Huelga de la Canadiense

Un suceso destacable de este periodo fue el éxito de la CNT en la «Huelga de La Canadiense «(1919), que consiguió que España se convirtiera en el primer país en promulgar la «Jornada de ocho horas» jornada de ocho horas, entre otros (Cataluña contemporánea, II, 1900-1939. Estudios de Historia Contemporánea, Albert Balcells, Siglo XXI editores). 

Ante estas circunstancias y el creciente clima de crispación y violencia, los empresarios respondieron imponiendo cierres patronales y despidiendo a numerosos trabajadores por sus actividades, condenándolos al hambre y la pobreza. La Federación Patronal también creó los llamados sindicatos «libres» o amarillos, dirigidos por ellos con el fin de intentar dividir al  «Movimiento obrero» Los empresarios y sus pistoleros contaron con el apoyo del gobierno, que protegió el terrorismo empresarial mientras perseguía a los anarquistas con la promulgación de la célebre «Ley de Fugas» , que autorizaba a la policía a disparar a los reos que “huyeran” de prisión.

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